
Camino de Color
En el pasado, todo se le hacía mucho más difícil. Regresaba tarde del trabajo, y el largo trecho caminando ya de noche era una experiencia vacía, mientras sus tacones provocaban un eco que se imponía al resto de los sonidos. La noche la absorbía, la empujaba a través de las calles y la dejaba en su apartamento, sin que nada de mención sucediera…sumergida en grises pensamientos, suspiraba al abrir la puerta…así, un día tras otro.
Cierta vez, le dio por fijarse en un reflejo de color turquesa en el pavimento mojado por la lluvia. Bueno, pensó, la ciudad no es siempre una mole gris oscura…Progresivamente se abrió a la presencia de los malvas, rojos, dorados…y cada vez, se encontraba un tanto mejor de ánimo…ahora, el regreso transitando a través de las calles mojadas es el mejor momento del día: esboza una sonrisa, sus ojos se llenan de color, y sus tacones no resuenan como algo triste, sino como parte de una melodía que antes no podía escuchar.
Aún no sabe conscientemente que cada color, cada destello y reflejo que ve, es el efecto de una realidad espiritual, que como un gigantesco caleidoscopio en el que cada matiz tuviera voz propia, le dice, celebrando: “¡Bienvenida! ¡Bienvenida!”. Porque no solamente se produce el regreso cotidiano a su apartamento: cada paso que da, sonriendo en ese camino de color, la está acercando a su verdadera casa, al Hogar.
Junio 2017