Pinceladas

En el no-lugar donde te reúnes con tu grupo más íntimo, te tocaba contestar la pregunta que ya los demás habían contestado, como si fuera un juego: “De todas las vidas que has vivido, de todos los innumerables momentos que has experimentado, ¿con cuál te quedarías?¿qué elegirías como tu momento favorito?”.

 

¡Qué difícil parece…! Si...¿cuál? Ellos, con los que has compartido tanto, esperaban entre ansiosos y divertidos que quizá escogieras aquel gran momento en el que te iluminaste en aquella vida de monje budista, o aquella otra vez cuando realizaste una contribución fundamental, con un invento que cambió el curso de la historia, o ese otro en el que fuiste aclamado por tu arte…

 

Se miran de hito en hito, ahogando a duras penas amables carcajadas, creyendo ver en tí el desconcierto ante tamaña tarea, dudando si una u otra cosa para igualar lo que ellos han dicho...pero cuando te pronunciaste, se hizo un profundo silencio, bajo el efecto de la enorme sorpresa…

 

Porque, sin dudar, desdeñando tantos logros y momentos de importancia, has compartido con todos tu mayor vivencia, tu mayor tesoro: cuando, siendo niña, llevabas cargando sobre tu pequeño cuerpo un recipiente con agua para tu familia. Y volviste a SER en ese momento, para que ellos también pudieran experimentarlo y comprender: la mezcla de alegría y orgullo por poder hacer esa tarea tan necesaria, el gozo de imaginar cómo lo recibirían los tuyos, la satisfacción de poder ayudar, un día, y el siguiente, y el siguiente...la sonrisa ilumina tu rostro, mostrando la realidad de un momento tan sencillo como profundo, tan efímero como eterno en su significación, tan falto de pretensión como fundamental y dador de vida...el corazón se agita en tu pecho y sientes que la vida es hermosa, mientras caminas con dificultad a la luz del sol, viviendo desde dentro el momento más hermoso, el más sencillo, el más pleno...

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Mayo 2017